El club de la pelea: ¿el despertar del héroe fallido?
Primera regla del club de la pelea: No hablarás del club de la pelea. Cumplirla ha resultado virtualmente imposible. Poco importaron las opiniones encontradas de la crítica o la tibia recaudación en taquilla, pues la adaptación a la obra de Chuck Palahniuk es vista como la consolidación de David Fincher, así como uno de los puntos más altos en las carreras de Brad Pitt y Edward Norton.
También es recordada por la influencia ejercida en un público que no tardó en adoptar sus ideales con la instauración de clubes de pelea en todo el mundo. Algunos llevaron su mensaje aún más lejos, con actos criminales inspirados directamente en el Proyecto Mayhem, destacando uno que pretendía formar un smiley a partir de explosivos que serían ubicados estratégicamente en distintos puntos de la unión americana.
Hoy se encuentra entre los mayores referentes cinematográficos de finales del siglo XX, pues pasan los años y sigue siendo tan fascinante y compleja como lo fue desde el primer día, resultado de los numerosos temas que aborda: crisis de masculinidad, consumismo como decadencia social, problemas de salud mental, vacíos generacionales, violencia como escapismo y la reinvención de Jekyll y Hyde con un sujeto cualquiera que sin darse cuenta termina convertido en un peligroso líder terrorista. No menos interesantes son las interpretaciones suscitadas, muchas de las cuales han convertido al personaje central en el resultado de un sistema esclavizante y en el trágico reflejo de una sociedad que deambula por la vida sin atreverse a despertar del todo.
Un nuevo ¿héroe?
Joseph Campbell define al héroe como “alguien que ha dado su vida a una causa más grande que uno mismo”. Su ejemplificación resulta sencilla cuando los arquetipos clásicos se respetan, pero se complica cuando estos se manipulan para crear personajes que deambulan peligrosamente entre el bien y el mal. Jim Stark (Rebelde sin causa, 1955), Ben Braddock (El graduado, 1967), Alex DeLarge (La naranja mecánica, 1971) y Travis Bickle (Taxi Driver, 1976) son algunos de los más celebrados al plasmar el desencanto de generaciones perdidas por la falta de objetivos en la vida en una sociedad en caída libre. William Foster (Un día de furia, 1993) y Patrick Bateman (Psicópata americano, 2000) intentaron ubicarse en este selecto grupo hacia finales de siglo con sus respectivos reflejos de la ira contenida, pero ambos quedaron lejos de emular la complejidad alcanzada por Tyler Durden en El club de la pelea.
A primera vista podría confundirse como un manipulador que busca instaurar la anarquía para terminar con el orden establecido, es decir, un villano en toda la extensión de la palabra. Sus lecturas se complican cuando explica su pertenencia a “una generación […] sin propósito ni lugar. No tenemos gran guerra. No hay Gran Depresión. Nuestra gran guerra es una guerra espiritual… nuestra Gran Depresión son nuestras vidas. Todos hemos sido educados en televisión para creer que algún día todos seríamos millonarios, dioses del cine y estrellas de rock. Pero no lo haremos. Y poco a poco estamos aprendiendo ese hecho. Y estamos muy, muy enojados”.
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Finalmente, las posibilidades de encasillarlo terminan con el giro final, uno de los más celebrados de la historia, en el que se revela que el terrorista es realmente el tímido Narrador, quien sólo encontró la liberación con la pérdida de cualquier esperanza. Una cruda muestra de que Tyler Durden está en todos lados, “puede ser alguien que conoces desde hace años. Alguien muy, muy cercano a ti”, que espera pacientemente un momento extraño en la vida para liberarse.
Por otro lado, el factor Brad Pitt, descrito por Palahniuk como “la opción obvia, quizá la única, como Clark Gable en el papel de Rhett Butler. David Fincher quería ese metanivel de significado cuando Pitt decía líneas como ‘me veo como quieres verte’. ¿Podría algún otro actor haber dicho esas líneas cuando la cinta fue realizada? Sin Brad, no había película”.
La metaficción alcanza niveles más altos cuando recordamos que, a diferencia de otras historias que han defendido su naturaleza ficticia para reflejar la decadencia de la época, la novela que inspira este filme se basa parcialmente en hechos reales vividos por el autor Chuck Palahniuk, quien enfrentó en carne propia el resquebrajamiento familiar, el distanciamiento del padre, pero sobre todo la violencia extrema de la gente cuando se vio involucrado en una dura pelea sólo por pedir a otras personas que bajaran el volumen de su música durante un campamento. Esto también le permitió conocer el absurdo desentendimiento social, pues todos sus compañeros de trabajo decidieron ignorar su desastrosa apariencia cuando lo vieron al día siguiente.
¿Cuál es el mensaje de la película El club de la pelea?
Narrador/Tyler Durden es un personaje fascinante, pero aun es resulta extraño que algunos lo consideren uno de los mayores héroes cinematográficos de su tiempo. Después de todo, es un sujeto cuyo severo trastorno de identidad le lleva a integrar una agrupación terrorista para atentar contra el sistema económico. Su popularidad empieza a cobrar sentido cuando consideramos el contexto en el que surgió.
Por un lado, el Narrador es el resultado de la ira contenida tras la aparente reducción de los niveles de violencia en los 80. Los crímenes bajaron, pero las tensiones continuaron con las secuelas de Vietnam, el estallido del SIDA y los últimos años de la Guerra Fría. Su crisis marca el punto de no retorno hacia un mundo con un continuo incremento de personas con padecimientos psicológicos como la bipolaridad, la depresión o la esquizofrenia [vía].
A esto sumemos la Guerra contra el Terror. Un segmento de la población apoyó la línea del gobierno de George W. Bush al momento de atacar Afganistán e Irak, así como la tortura en los campos de Abu Ghraib y la islamofobia, lo que resultó en la identificación con la violencia del líder. Arno Gruen asegura que esta “identidad reducida no tiene por qué desembocar automáticamente en conductas inhumanas, […] se fomenta una fuerza que se construye sobre la identificación y que se orienta a partir de la imagen de una masculinidad sin empatía”.
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La otra cara de la moneda fueron los cientos de jóvenes norteamericanos que finalmente parecían encontrar significado a sus vidas al tener una verdadera oportunidad para demostrar su valía, hasta que todo se distorsionó con incontables teorías de conspiración que hablaban de un autoataque norteamericano, pero sobre todo con la falta de pruebas para justificar la invasión en Irak. Esto hizo que las motivaciones primarias de este sector de la población se perdieran entre los dilemas propios de la autopercepción, la necesidad de aceptación social y la lealtad hacia una autoridad cuyas causas no tienen justificación alguna. Un rompimiento con los ideales de Durden cuya exaltación de la virilidad perseguía una causa superior.
La identificación fue inmediata, lo que repercutió en la construcción de cada vez más personajes cuya incapacidad para diferenciar las fronteras entre el bien y el mal los llevó a tomar medidas drásticas para lograr la idealización. Tal fue el caso de V, quien recurrió al terrorismo para desafiar a las autoridades totalitarias del mundo distópico visto en en V de venganza (2005). Su premisa se crítico severamente porque su estreno fue sólo unos meses después de los atentados londinense, lo que no evitó que su mensaje se perdiera ni que la máscara de Guy Fawkes usada por el personaje central fuera adoptada como emblema de Anonymous.
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Las motivaciones de Bane le convirtieron en referente del movimiento Occupy Wall Street y provocaron que El caballero de la noche asciende (2012) fuera acusada de exhibir ideales ultraconservadores a favor del capitalismo. Esto no evitó que Batman emulara los planes de Tyler Durden al dinamitar lo más alto de un rascacielos para plasmar su llamente escudo en los cielos de su urbe. Guasón (2019) se convertirtió en la más reciente heredera de la tendencia con un sujeto que pregunta qué se obtiene al cruzar un “solitario enfermo mental con una sociedad que lo abandona y lo trata como basura”, simplemente lo que merecemos.
Aparentes víctimas de una sociedad hostil hasta que decidieron tomar el control de sus vidas a como diera lugar, seres brutales y controvertidos que no tendrían cabida en un mundo civilizado, pero sí en uno dominado por la violencia y la desesperanza. ¿Héroes o villanos? Hoy son muchos los que batallan en responder esa pregunta y más aun los que piensan que sus ideales no son tan demenciales como podría parecer a primera instancia.
Y al frente de todos Tyler Durden, un símbolo de la decadencia contemporánea al ser el primer personaje que capturó el sentir de una generación que sigue batallando por definirse y cuyos pesares impactan directamente en las más jóvenes. Un violento profeta convencido de que “sólo después de que hemos perdido todo somos libres de hacer cualquier cosa”. Sus palabras se consideraron anárquicas tras su estreno, pero hoy resuenan con más fuerza que nunca y no sorprende que cada vez sean más los que piensan que es hora de luchar.
¿Dónde ver El club de la pelea?
Si aún no has visto El Club de la pelea, puedes encontrarla en streaming a través de Netflix, Star Plus y Universal Plus.
También puedes adquirirla en Blu-ray/DVD a través de Amazon.
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