El mago de Oz: ¿Por qué es un clásico?

El mago de Oz: ¿Por qué es un clásico?

El cine fantástico nació a finales del siglo XIX con George Méliès, pero su consolidación como género cinematográfico tuvo que esperar cerca de 40 años, cuando Blanca Nieves y los siete enanos (1937) demostró el interés del público por los mundos imaginarios donde todo era posible. El paso definitivo llegó poco tiempo después, cuando MGM quiso replicar esta exitosa fórmula con El mago de Oz (1939).

No era la primera vez que el universo creado por L. Frank Baum se llevaba a la pantalla grande, pero sí la primera que lograba capturar la esencia del impreso. Tampoco sería la última, aunque ninguno de los esfuerzos posteriores ha estado cerca de arrebatar su etiqueta de versión definitiva. Una misión virtualmente imposible ante uno de los mayores clásicos de la cinematografía mundial.

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Hay quienes piensan que su buena recepción se vio favorecida por la popularidad del texto original publicado en 1900, su ambiciosa producción que le llevó a convertirse en una de las películas más caras de la época y su gran elenco encabezado por una brillante Judy Garland, quien garantizó un sitio de honor en la historia del cine con su actuación de Dorothy Gale y su brillante interpretación del tema “Over the Rainbow”, clasificada por el American Film Institute como la mejor canción fílmica de todos los tiempos.

La leyenda de El mago de Oz también aumentó por su accidentado rodaje que incluyó cuatro cambios de director, el recast obligado del Hombre de Hojalata por envenenamiento con el maquillaje, quemaduras para Margaret Hamilton y su doble de acción por fallos en los efectos pirotécnicos, e incluso la fractura del perro Terry al ser pisado sin querer por un miembro del crew.

Sin embargo, su ascenso como obra maestra sólo fue posible gracias a su naturaleza fantástica. Un género capaz de “hablar con el inconsciente en el lenguaje del inconsciente: el símbolo, la metáfora y el arquetipo […]. Los motivos funcionan como una especie de código secreto, con mensajes sobre la vida, el amor, la muerte y el renacimiento” [vía].

La realidad detrás de la fantasía

Se piensa que el rápido posicionamiento de The Wizarding World of Oz entre los mayores clásicos de la literatura norteamericana sucedió por la creencia de que su magia y encanto infantil ocultan toda clase de mensajes sociales, políticos y económicos. Algunas de las interpretaciones más populares dicen que el viaje de Dorothy alude a la política de finales del siglo XIX, la inoperancia de los adultos en un mundo cada vez más complejo, e incluso el ascenso del feminismo en una trama dominada por mujeres. Estas lecturas simbólicas aumentaron con el estreno del filme, muchas de las cuales responden a las necesidades de escapar a las tensiones sociopolíticas de la época, recordando que el filme quedó enmarcado entra la Gran Depresión y el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Se dice que la película alude a la bondad innata del ser humano, reflejada en un mundo inocente, bueno y ansioso por ayudar a Dorothy hasta donde le sea posible, lo que resulta palpable con los munchkins, la tercia que acompaña a la joven y muy especialmente con el hechicero titular que se autoproclama “un muy buen hombre, sólo soy un muy mal mago”. La excepción es la Bruja Mala del Oeste, cuya capacidad para pervertir a los habitantes de Oz se lee como la prueba de que la pureza desaparece bajo la influencia de líderes corruptos.

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La protagonista también se lee como un símbolo de una juventud norteamericana en peligro por los vientos del cambio provenientes desde lejos. A diferencia de los tradicionales cuentos de hadas, su casa no le implica ninguna amenaza, pero aun así quiere dejarla al verla descolorida en comparación con otros sitios considerablemente más interesantes. Su perspectiva cambia al ser arrancada de ella, pues es cuando finalmente empieza a apreciar los valores que antes daba por sentados, lo que la hace comenzar un viaje de retorno que se verá coronado con la mítica frase “no hay lugar como el hogar”.

Finalmente la sexualidad, pues si bien El mago de Oz mantuvo la perspectiva feminista de la obra impresa, también ascendió como un símbolo para los homosexuales de la época, quienes se vieron identificados con el Espantapájaros, el Hombre de Hojalata y muy especialmente el León Cobarde, quien aprovecha su canción introductoria para explicar que nació sissy y expresar sus deseos de respeto. En su momento, este sector de la población recurrió al nombre clave “Amigos de Dorothy” para aludir a sus preferencias sin riesgo de rechazo y adoptó a Judy Garland como uno de sus mayores emblemas. Incluso se dice que casi 40 años después, la canción “Over the Rainbow” inspiró la bandera de arcoíris que representa al colectivo.

De regreso a Ciudad Esmeralda

Algunas películas pierden potencia con el paso del tiempo, pero otras sólo aumentan su brillo. Tal es el caso de El mago de Oz, cuya adoración ha ido en aumento al representar el regreso a los años dorados de Hollywood, pero más importante aún, al estado de pureza que se ha ido para siempre, lo que puede apreciarse en cintas posteriores como El mago (1978) y Oz… Un mundo fantástico (1985).

La primera es una adaptación afroamericana protagonizada por Diana Ross y Michael Jackson, que deja atrás cualquier rastro de inocencia con una Oz urbana y coronada por una Ciudad Esmeralda inspirada en la vieja World Trade Center Plaza de Nueva York para abordar toda clase de problemáticas raciales. La segunda es una secuela producida por Walt Disney que muestra los esfuerzos adultos por destruir la magia infantil al someter a Dorothy a terapia de electrochoques para que olvide lo que seguramente fue una aventura imaginaria. Una alcanzó el culto por sus mensajes raciales, la otra generó polémica por su brutalidad.

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La más reciente Oz: El poderoso (2013) hizo un mayor esfuerzo por rescatar el encanto original, con un hechicero fracasado que sirve como base para explorar el pasado de muchos personajes clave en esta mitología y más importante aún, para transmitir el mensaje de que la creencia, ya sea en uno mismo o en los demás, es más fuerte que el poder, demostrando así que cualquiera que se lo proponga tiene la capacidad para cambiar el mundo.

Mención aparte para la próxima adaptación de Wicked (2024), musical inspirado en la novela homónima de Gregory Maguire que combina temas clásicos como el bien, el mal, la familia y el poder con otros más profundos como la culpa histórica, la conciencia y el libre albedrío. Sin embargo, las principales alabanzas han surgido de su exploración al género femenino a partir de las brujas Elphaba y Glinda, e incluso se dice que la primera sirvió como inspiración para la concepción de Elsa en Frozen, uno de los mayores referentes del feminismo animado.

El mago de Oz es fantasía pura, lo que irónicamente la ha convertido en la película ideal para abordar algunos de los dilemas más profundos de la compleja realidad en que vivimos. En un mundo cada vez más caótico, no sorprende que el público siga volteando al pasado en busca del arcoíris que le lleve de vuelta a ese reino de ensueño que tantas alegrías ha provocado por generaciones.

¿Dónde ver El mago de Oz?

El mago de Oz está disponible en streaming en HBO Max y en Blu-ray a través de Amazon.

autor Algún día me uniré a los X-Men, la Alianza Rebelde o la Guardia de la Noche. Orgulloso integrante de Cine PREMIERE desde el 2008.

Contenido original de Cinepremiere.com.mx

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