Ethan Hawke: cómo el actor que se rehusaba a ser villano entrega el papel más retorcido de su carrera


El hombre llega cojeando hasta la puerta. Está cerrada, así que, ansioso, toca con el nudillo de su dedo índice. «Cerditos, cerditos, déjenme entrar», comenta con aire juguetón. «O soplaré y soplaré y su casa derribaré». Entonces, ¡crack!, el hacha asesta un primer golpe. Luego un segundo, un tercero, un cuarto… Tras doce embestidas, en la puerta queda una abertura irregular, lo suficientemente ancha para enmarcar un rostro de lado a lado. Los gritos de la mujer continúan desde el interior del baño, a donde el hombre se asoma para exclamar sonriente: «¡Aquí está Johnny!». Y helo ahí, al mismísimo Jack Torrance de El resplandor: uno de los grandes villanos cinematográficos. Pero también, el máximo ejemplo de por qué Ethan Hawke se negó por muchos años a ser el malo de la historia.

El resplandor (1980)

La estrella de Boyhood y Día de entrenamiento solía tener una regla de oro: no interpretar jamás al villano. No es que hubiera problema con aquellos papeles cuya personalidad resultara poco o nada agradable. Eso siempre ha podido sobrellevarlo. El problema radicaba en enfrentarse a un personaje que le exigiera exhibir una faceta de maldad absoluta, aunque fuera en calidad de actor. Su teoría era que, cuando le permites al público atestiguar tu demonio interior, esa imagen provocará un estigma imborrable. Para él, no importa cuántos dramas o comedias con Jack Nicholson se hayan producido después de El resplandor: los espectadores aún temerán que, en cualquier segundo, el histrión veterano adopte la mirada enloquecida de Jack Torrance y persiga a todos con un hacha.

Entonces, ¿qué cambió en el último año y medio? Por un lado, Hawke aceptó ser la contraparte de Oscar Isaac en la serie Moon Knight de Marvel Studios, donde encarnó al antagónico Arthur Harrow: un líder de culto con poderes sobrenaturales, dispuesto a prevenir las malas acciones asesinando (vaya ironía) a potenciales malhechores. Sin embargo, no fue el personaje sino la pasión de Isaac al momento de presentarle el proyecto lo que sedujo al tejano. «Vi fuego en sus ojos», contó a Screen Rant en abril. «Y pensé: ‘Si él tiene ese tipo de fuego para hacer esto, [Moon Knight] tiene la posibilidad de ser algo especial’».

Meses antes, Hawke incluso declaró a EW que, independientemente de su postura, la edad lo había vuelto más flexible: quizá ya era tiempo de aumentar el número de villanos dentro de su filmografía. Ahora, El teléfono negro, una película de terror que recorrió un par de festivales en 2021, pero que apenas ahora revelará al público global uno de sus mayores atributos: el quincuagenario intérprete, en el rol más retorcido de su carrera.

Ethan Hawke El teléfono negro
Ethan Hawke en El teléfono negro (2021)

Ring, ring

Corre el año de 1978. La juventud camina por las solitarias calles de un suburbio en Colorado, de la casa a la escuela, y viceversa. Hay un ambiente que cala hasta los huesos, no por cuestiones meteorológicas, sino por las circunstancias funestas que ensombrecen a la comunidad. Se trata de la inexplicable y trágica desaparición de varios niños. Algunos eran conocidos de Finney Shaw, un chico retraído, asediado por bravucones y por los constantes abusos de un padre alcohólico. Mas cuando cruza caminos con un sujeto de maquillaje blanco, lentes oscuros y sombrero de copa, el panorama se torna todavía peor.

Así comienza El teléfono negro, película dirigida por Scott Derrickson que toma de base el homónimo cuento de Joe Hill, además de las propias experiencias del cineasta, de cuando era un niño de 12 años creciendo al norte de Denver.

«Mucho de lo que ves en la película, es decir, el vecindario, los bravucones, las peleas, la violencia y el padre abusivo, son todas las cosas con las que viví», afirmó Derrickson para Cine PREMIERE. «Así que la película es realmente un intento de tomar mucho de mis propios recuerdos y experiencias personales para combinarlos con el cuento de Joe».

El sujeto de sombrero y lentes oscuros engatusa al desprevenido Finney. Con falsa simpatía, consigue someter al muchacho y subirlo a su camioneta. Momentos después, el niño secuestrado yace en un cuarto oscuro, desprovisto de muebles y de cualquier decoración. Sólo hay un colchón y un teléfono fijo en la pared, aparentemente descompuesto. Sin embargo, el protagonista pronto descubre que el aparato recibe llamadas del más allá. Son las víctimas anteriores del denominado Raptor, quienes con sus palabras de ultratumba pretenden ayudar a Finney para que escape del villano, antes de que sea demasiado tarde.

Ethan Hawke El teléfono negro
Mason Thames en El teléfono negro (2021)

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En realidad, aquél que juega a ser un secuestrador no es otro que Ethan Hawke, nuevamente al servicio de Scott Derrickson y del productor Jason Blum, diez años después de Siniestro, su primer trabajo colaborativo. En aquella película de 2012, el histrión era el «héroe» que debe lidiar con los males macabros que lo acechan a él y a su familia. Caso opuesto el de El teléfono negro. Pero fue el corazón que había debajo de la angustiante trama —el bien que personifican Finney y su hermana Gwen— lo que convenció a Hawke de participar. No importaba que el «Raptor» fuera su primerísimo papel con acciones cien por ciento indefendibles.

«Esta es la primera vez en mi vida que digo: ‘No, no puedo ser el abogado de este tipo’», nos comparte. «Nadie quiere ser el abogado de este tipo. Es un caso perdido. Este tipo no tiene abogado. Es el mal encarnado. Decidí bastante pronto que no me importaba su punto de vista, que era un alma rota, que no había lógica detrás de él, que simplemente estaba loco. Como una computadora a la que alguien atravesó con un pico».

En el Raptor es imperceptible cualquier indicio de arrepentimiento. Para empezar, porque sus expresiones faciales permanecen ocultas casi en todo momento. Más allá de los lentes y del maquillaje usados a la hora del secuestro, su verdadero distintivo es una escalofriante máscara que lo despoja de toda humanidad, y bajo la cual Ethan Hawke se pierde completamente. «Con esa máscara, cuando entra en el personaje, realmente hay como que un cambio en sus ojos», nos dice Mason Thames, intérprete de Finney. «Se puede decir que es como un interruptor. Realmente se convierte en el ‘Raptor’».

¿Quién habla?

En los años 90, cuando Ethan Hawke dio vida a Jesse en Antes del amanecer —película inaugural de la aclamada trilogía Before de Richard Linklater—, el requisito no era portar una máscara, sino romper la «máscara». Es decir, borrar la línea que distingue al personaje del actor para que, en ese caso, Jesse se desenvolviera en la ficción de modo similar a como lo haría Hawke en la vida real. La idea era que su interpretación resultara algo más personal y de mayor naturalidad. «Mi tipo de actuación favorito», confiesa el cuatro veces nominado al Óscar.

Ethan Hawke en El teléfono negro (2021)

No obstante, en El teléfono negro, es obvio que una muralla se mantiene entre él y el «Raptor». Una división literalmente reforzada por máscaras. El director Scott Derrickson concibió tres de ellas, con vistas a establecer una clase de careta que fuera más icónica y más compleja que otras ya pertenecientes al cine de terror. Tales «rostros» del criminal —incluida una máscara con cuernos y sonrisa demoniaca— se componen de dos piezas autónomas, lo cual permite utilizar el conjunto completo, o sólo la parte superior (arriba de la nariz) o la parte inferior (de la nariz para abajo). La elección depende de la imagen que desee proyectar.

«Era una forma de que el ‘Raptor’ decidiera cómo quería presentarse ante Finney en cada escena», comenta Derrickson sobre su propuesta. «¿Estaba tratando de intimidarlo? ¿O de hacerlo sentir castigado? ¿O de hacerlo sentir mejor o más tranquilo? Creo que cada pieza de máscara que él usa tiene un propósito diferente».

De cualquier modo, la cara de Ethan Hawke nunca queda totalmente al descubierto, para alivio del intérprete, aún temeroso de que el público lo asocie con un villano de perversidad incuestionable. Cada que piensa en él, una frase del legendario músico Bob Dylan emerge en su cabeza. «Dice que cuando alguien usa una máscara, sabes que te está diciendo la verdad. Cuando no usa una máscara, sabes que te está mintiendo», expone Hawke. Y tanto él como Derrickson relacionan esto a la naturaleza del «Raptor», quien sin sus horripilantes caretas no podría externar ninguna truculenta verdad sobre sí mismo.

Por otro lado, las reflexiones del actor se remontan al teatro de la Antigua Grecia, cuando las máscaras —aparte de sus fines ritualistas— servían para subrayar la esencia de los personajes y guiar la manera en que el público debía percibirlos. «Es una iconografía poderosa», señala. «Y si estás personificando al Mal, en cierto modo es mucho mejor tener una máscara, para que todo ser humano pueda imaginarse lo peor».

Ethan Hawke en El teléfono negro (2021)

Otra verdad, concerniente a la máscara del antagonista, es que el actor de Gattaca y La sociedad de los poetas muertos jamás habría aceptado llevarla de no ser por Scott Derrickson. La confianza y admiración que siente hacia el director de Doctor Strange y El exorcismo de Emily Rose terminaron por convencerlo. «Trato de trabajar con las personas más talentosas que puedo en cada momento», describe como su mayor prioridad. Y si bien todavía tiene predilección por personajes que comprenda y con los que se identifique, actualmente encarnar al villano no le parece una idea descabellada.

¿Aceptaría entonces un papel con el nivel de locura de Jack Torrance en El resplandor, fuera del amparo de una máscara? Tal vez, «si conociera al nuevo Stanley Kubrick», afirma.

El productor Jason Blum cuenta que en cierta ocasión, muy entrada la noche, Derrickson recibió un mensaje de voz con una entonación siniestra. El remitente era Ethan Hawke, quien tras leer el guion, aceptaba participar en El teléfono negro y lo comunicaba vía telefónica en la voz que él proponía para el «Raptor». Sin duda, no había mejor manera de comprometerse con una película cuyo aparato titular acoge espeluznantes llamadas fantasmagóricas. Ahora que si próximamente le ofrecen el tipo de personaje demencial y explosivo que derriba puertas, está por verse si decide presentarse en el estudio cargando un hacha y gritando: «¡Aquí está Ethan!»

mm Tengo muy mala memoria. Por solidaridad con mis recuerdos, opto por perderme también. De preferencia, en una sala de cine.
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