Invierno en París – Crítica de la película

Invierno en París – Crítica de la película

Para muchos, la adolescencia es una de las etapas más complicadas en la vida. No sólo se experimentan cambios físicos, sino también transformaciones emocionales que muchos no entienden y pueden dar origen a numerosos conflictos. Aunque son varias las películas que han abordado el tema desde diversas perspectivas, pocas son las que realmente logran conectar con quienes atraviesan dicha etapa. Invierno en París, película francesa del director Christophe Honoré, busca reflejar la vorágine de emociones por la que atraviesan muchos jóvenes. Pero también aporta un importante mensaje a la conversación.

A sus 17 años, Lucas ve cómo su adolescencia se hace pedazos en un abrir y cerrar de ojos tras la muerte de su padre. Siente que su vida es una bestia salvaje que debe domar. Por ello, se embarca en un viaje a París, donde vive su hermano mayor Quentin, un artista plástico. Entre el duelo que siente por la pérdida de su padre, una madre que tampoco acepta lo ocurrido, y un hermano que poco a poco sigue con su vida, Lucas se verá obligado a luchar para reconquistar la esperanza y el amor hacia sí mismo.

El primer punto positivo de la cinta es su guion, también escrito por Christophe Honoré. Aunque se basa en experiencias vividas por él mismo tras la muerte de su padre, nunca se siente como una propuesta lacrimógena o maniquea que busque la lágrima fácil. Tiene algunos puntos genéricos, pero Invierno en París narra cómo ciertos eventos pueden marcar un antes y un después en cualquier etapa de la vida. Todo esto sin ningún tipo de juicio.

Utilizando la adolescencia y el crecimiento emocional de Lucas como parte medular del relato, la cinta muestra de manera realista todo lo que conlleva dicha etapa. El protagonista no sólo se enfrenta a su primera gran pérdida. También cae en el descubrimiento de su identidad sexual en formas destructivas o redentoras, en la dependencia, y atraviesa por problemas de salud mental.

Honoré no tuvo miedo de mostrar cómo la sexualidad puede ser clave cuando uno se encuentra a sí mismo. Y aunque el tema puede funcionar como un recurso orientado al morbo, aquí forma parte orgánica de la narrativa. En cierto momento, Lucas decide no ocupar tiempo en sanar su mente y hacer caso a lo que demanda su cuerpo. Esto último sin importar las consecuencias que pueda traer.  

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Claro, nada de esto funcionaría sin un protagonista capaz de atravesar más de una emoción de manera realista. En ese sentido, la actuación de Paul Kircher como Lucas es totalmente demoledora. Si bien, logra transmitir todos los cambios de su personaje, durante gran parte del metraje se muestra contenido, como muchos jóvenes que ocultan su dolor tras una apariencia de vida común. Esto funciona adecuadamente, pues cuando Lucas llega su punto de quiebre, Kircher deja fluir todo lo que antes mantenía guardado.

Aun con un personaje relativamente pequeño, Juliette Binoche sobresale como Isabelle, la madre de Lucas y Quentin. Al principio, su personaje busca mantener la cordura y ser el sustento de ambos jóvenes tras la pérdida de su padre. Sin embargo, Binoche refleja a la perfección el dolor de una madre que también sufre, pero prefiere guardar eso en silencio.

En términos de producción, Invierno en París es impecable. Se nutre de una fotografía, colores fríos y música que no sólo incrementan la sensación invernal de la cinta, sino también la soledad y el vacío emocional que siente Lucas. Rumbo al final, éste último aspecto cobra más importancia y recalca el mensaje que Honoré busca dar: la salud mental es importante. Además, su cuidado es parte inherente del crecimiento en los seres humanos. Todos enfrentaremos pérdidas, descubrimientos, dependencias y soledad, pero también hay amor y gente dispuesta a darnos ese empujón para salir del abismo.

Gracias a un destacado protagonista, sólidos actores de soporte y una historia con la que muchos se pueden identificar, Invierno en París es una buena recomendación para quienes disfrutan de las historias íntimas y reflexivas. Aunque por momentos se alarga más de lo necesario, funciona como un viaje hacia todas aquellas emociones que nos conforman como personas, y a las memorables huellas (positivas y negativas) que puede dejar la adolescencia.

autor Soy de los que siempre defendió a Robert Pattinson como Batman y puede ver la misma película en el cine hasta 7 veces. ¿Mi gusto culposo? El cine de terror de bajo presupuesto.

Contenido original de Cinepremiere.com.mx

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