Juan Antonio Bardem: El ojo crítico
Parecía destinado a destacar sobre las tablas, junto a su hermana Pilar, como la tercera generación de actores de la saga artística fundada por su tía abuela, Mercedes Sampedro, en el siglo XIX. El sueño de Juan Antonio Bardem, sin embargo, fue siempre otro. “He vivido muy cerca del mundo de los cómicos”, reconocía, “pero nunca he tenido una gran vocación por el teatro. Lo que decidí desde muy joven fue ser director de cine”. Ni cómico ni cineasta, lo que Matilde Muñoz Sampedro y Rafael Bardem, intérpretes teatrales de renombre, habituados a padecer los avatares del oficio, deseaban para su primogénito, nacido en la madrileña calle Valverde, junto a la Gran Vía, el 2 de junio de 1922, era una profesión segura. Parecía que lo habían conseguido cuando ingresó en el Cuerpo Nacional de Ingenieros Agrónomos. Fue solo un espejismo. Su destino se demostró bien distinto.
Suspendido en dirección
Poco antes de concluir la carrera de ingeniería, que solo ejerció de modo muy puntual y por razones alimenticias, él ya se había matriculado en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematograficas (IIEC), antecedente de la Escuela de Cine. All trabó amistad con Luis García Berlanga, junto a quien debutó codirigiendo ‘Esa pareja feliz’ (1951). La paradoja fue que suspendió el ejercicio práctico fin de carrera, con el corto ‘Barajas, aeropuerto transoceánico’. “No me preparé nada y me lancé a rodar”, reconoció. “Fue un claro pecado de vanidad”. Jamás obtuvo su título, a pesar de ser uno de los alumnos más notables de ese centro. “Fue una de las razones”, opinaba, “por las que nunca fui profesor en la Escuela de Cine. La otra, evidente, fue la continua segregación de la que ramos víctimas los comunistas”.
Nominación al Oscar
Su militancia muy activa, en la clandestinidad, en el PCE, de cuyo Comité Central llegó a ser miembro, lastró su carrera en sus mejores años. Convencido de la necesidad de renovación del cine del momento, impulsó, en 1955, las Conversaciones de Salamanca, en las que pronunció su demoledor diagnóstico de la situación. “El cine español es: políticamente, ineficaz; socialmente, falso; intelectualmente, ínfimo; estéticamente, nulo; industrialmente, raquítico”. El acoso de la censura no le impidió, sin embargo, demostrar que era un cineasta de raza, con títulos, muy críticos con la situación social y política de entonces, como ‘Cómicos’ (disponible en exclusiva en FlixOlé), ‘Muerte de un ciclista’, ‘Nunca pasa nada’, ‘Calle Mayor’ –durante cuyo rodaje fue detenido por razones políticas ajenas a la filmación– y ‘La venganza’, primera producción española nominada al Oscar.
Oportunidades perdidas
La dificultad para financiar sus films lo empujó a coproducciones internacionales, no siempre a su altura, y a la pequeña pantalla. En sus memorias, ‘Y todavía sigue’, publicadas meses antes de morir, el 30 de octubre de 2002, se lamentaba por sus proyectos truncados. “Cuando hacen tu filmografía, nadie incluye nunca aquellas películas que no has hecho, pero que te han llevado parte importante de tu vida”. Entre estas, ‘Bienvenido, Míster Marshall’, que escribió con Berlanga, con idea de dirigirla juntos. “Nunca he sido un hombre con suerte”, concluía.
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