Aún estoy aquí: Conoce la trágica historia real de Eunice y Rubens Paiva

<!–
–>
Fue en 2015 cuando Marcelo Rubens Paiva, reconocido autor y periodista brasileño, sorprendió al mundo con la escritura de sus memorias. Cierto es que su vida, y la lucha de su familia merecía ser contada, pero en el fondo había otro motivo para que Marcelo quisiera contarlo todo. Su madre, Eunice Paiva, quien padecía de Alzheimer desde una década atrás, cada vez tenía lagunas mentales más grandes. Por ello, quería recapitular todo lo vivido por su progenitora mientras luchaba por diversas causas, entre ellas, descubrir qué había pasado con su marido. La historia real de Eunice Paiva se convirtió en Aún estoy aquí, largometraje de Walter Salles que cosechó aclamación universal tras su estreno en 2024.
Desde 1964, en Brasil se extendió un gobierno autoritario. Todo comenzó con el golpe de Estado liderado por militares que derrocaron al presidente João Goulart, quien había adoptado un gobierno de izquierda. Este período se caracterizó por la supresión de las libertades civiles, la censura en los medios de comunicación, persecuciones y tortura de opositores políticos. Además, el régimen militar promovió un modelo de desarrollo económico que benefició a quienes estaban en el poder y aumentó la desigualdad social.

A pesar de la represión, hubo resistencia a la dictadura. Surgieron movimientos de oposición, tanto armados como pacíficos, que lucharon por un país donde se retomara la democracia. Con este brutal contexto a sus espaldas se encuentra la familia Paivas, que sufre un duro golpe cuando Rubens, el patriarca, fue detenido por presuntos vínculos con la oposición. Además de ser ingeniero y congresista, Rubens vivía con su esposa y dos hijos; estaba notablemente en contra de la dictadura, por lo que a mediados de los 60 huyó de Brasil decidido a vivir en el exilio. Regresó unos meses después para estar con su familia y, desde su trinchera, pelear contra aquellos en el poder.
De vuelta en su país, fundó en compañía del editor Fernando Gasparian, el diario Jornal de Debates. Tras un viaje que realizó a la capital de Chile, donde ayudó a la hija de un amigo suyo, la cual vivía en exilio, a Paiva lo confundieron con un conocido de Carlos Lamarca, uno de los líderes en la lucha contra la dictadura. Las autoridades creían que si capturaban a ese hombre, Lamarca no tardaría mucho en caer.
El 20 de enero de 1971, un grupo de policías llegaron al domicilio de la familia Paiva, y detuvieron a Rubens. Al día siguiente, Eunice y Eliana, su hija de 15 años, sufrieron el mismo destino. Fueron encapuchadas y colocadas cerca de lugares donde se ejecutaban las torturas a la oposición y, como relata Marcelo Rubens, no recibieron un solo gramo de alimento o mililitro de agua. Eliana salió al día siguiente, no así Eunice, quien recuperó la libertad 12 días despues. Y nunca fue la misma.

Durante el tiempo que estuvo presa, Eunice pidió algún tipo de información sobre su esposo, pero los esfuerzos fueron en vano. Estando libre creyó que su suerte sería diferente, pero el gobierno negaba que Rubens estuviera detenido. De hecho, se le dijo que la guerrilla lo había raptado, pero nunca lo creyó. Al mismo tiempo que asumía un lugar en la lucha, Eunice debía hacerse cargo de los hijos que esperaban el regreso del ingeniero. Sobrevivir era difícil, pues sin una muerte confirmada, las cuentas bancarias y pertenencias de Rubens debían permanecer intactas.
Eunice no se vino abajo. Hizo a un lado los comentarios de quienes le pedían mantenerse al margen y aceptar que su esposo no volvería. Alguien debía defender a tantas personas que, como ella, sufrían el escrutinio del gobierno y las ausencias en sus hogares. Con 48 años de edad regresó a la escuela para estudiar leyes y todo lo relacionado con los derechos humanos. El peligro nunca se fue, pues durante 13 años estuvo vigilada por parte del gobierno.
“Siempre fue una mujer tranquila, muy inteligente y persuasiva. Siempre estaba sontiendo. Entendió que la sonrisa era un arma para decirle a los dictadores que no podían romperla”, afirmó Fernanda Torres, intérprete de Eunice en la película, a The Hollywood Reporter.

Como abogada, Paiva se dedicó a la defensa de grupos en situación vulnerable, como los indígenas. Estos eran víctimas de violencia por parte de regimenes policíacos que, además, les quitaban sus tierras. A fines de la década de 1970 y principios de la de 1980, Brasil enfrentó una grave crisis económica, con alta inflación y desempleo. Esto generó descontento social y debilitó el apoyo al régimen militar.
La sociedad civil se organizó y movilizó para exigir el fin de la dictadura y el retorno a la democracia. Surgieron movimientos como las «Diretas Já», una campaña que exigía el derecho de los brasileños para votar por un presidente. En 1985, se celebraron elecciones indirectas para elegir al presidente. El candidato de la oposición, Tancredo Neves, resultó vencedor, pero falleció antes de asumir el cargo. Tras la muerte de Neves, asumió la presidencia José Sarney, su vicepresidente. Sarney continuó con el proceso de transición a la democracia y convocó a una Asamblea Constituyente para redactar una nueva Constitución.
Durante 1987, con la dictadura terminada, fue confundadora de un instituto en pro de la autonomía de los indigenas. Por su gran labor en la defensa de los derechos humanos, la asamblea responsable de la Constitución de Brasil de 1988 la consideró como consultora. Mucho se había logrado gracias a la voz que Eunice brindó a quienes tenían miedo de alzar la suya, pero la “desaparición” de su marido, por la que inició su misión, aún no tenía respuesta.

Gracias a sus esfuerzos, se aprobó con éxito la ley 9.140/95, en la que se reconoce como muertas a las personas desaparecidas en razón de participación o acusación de participación en actividades políticas, en el período del 2 de septiembre de 1961 al 15 de agosto de 1979. Al final, se supo que más de 450 personas fueron reportadas como “desaparecidas” durante la dictadura. Los relatos de un médico del ejercito brasileño y varios exoficiales militares, otorgados a la Comisión Nacional de la Verdad, revelaron que Rubens Paiva murió un día después de su arresto a causa de las heridas provocadas durante su tortura. Incluso se dijo que lo habían arrojado a un río. Todo ocurrió mientras Eunice y su hija estaban detenidas.
Fue hasta 2014, sin haber recuperado el cuerpo de su esposo, que Eunice Paiva recibió, por parte del gobierno, un certificado por la muerte de Rubens. Diversos militares enfrentaron la cárcel, pero a diferencia de Eunice, muchas otras personas jamás descubrieron qué pasó en realidad con sus seres queridos. Tras padecer Alzheimer, Eunice murió el 13 de diciembre de 2018, a los 89 años de edad. Según reportan medios como O Globo, su tumba ganó gran popularidad con el estreno de Aún estoy aquí, y hoy forma parte de recorridos a los lugares más emblemáticos de Brasil.

“Creo que Eunice nos diría a todos que aguantemos. La película, en cierto modo, nos dice que debemos perseverar, afrontar los desafíos con civismo, y que debemos luchar por los derechos humanos. Debemos luchar por los valores básicos por los cuales luchamos después de la Segunda Guerra Mundial. Por los derechos humanos. Todo esto está sucediendo de nuevo, en parte porque la democracia no logró resolver muchos de nuestros problemas, pero la democracia sigue siendo el mejor camino por seguir, y debemos luchar por ella. Debemos luchar por los derechos humanos, creo que eso es lo que diría Eunice”, afirma Fernanda Torres.

No hay comentarios