Cannes Dia 8. David Cronenberg rompe el festival con la bárbara ‘Crimes of the Future’: Sexo con bisturí, concurso de tumores y Kristen Stewart

Cannes Dia 8. David Cronenberg rompe el festival con la bárbara ‘Crimes of the Future’: Sexo con bisturí, concurso de tumores y Kristen Stewart

Películas analizadas hoy: “Crimes of the Future” de David Cronenberg, “Jerry Lee Lewis: Trouble in mind” y “R.M.N.” de Cristian Mungiu.


Buenos días. Son las 9.44 AM. Escribo este texto por la mañana porque si lo hago por la noche me voy a cagar de miedo. Tomo café, el primero de los 16 del día. Hoy he podido dormir más de cinco horas, seis, concretamente. Porque decidí saltarme el documental de David Bowie para poder escribir sobre Crimes of the future de David Cronenberg con algo de tranquilidad. Cannes se ha roto, eso está claro. Ayer no me di cuenta cuando escribía sobre Decision to Leave desde las entrañas, esas mismas que Cronenberg pone en primer plano mientras las removía con bisturís orgánicos a modo de performance artística, pero nos hemos salido ya de la carretera de la cordura. La película de Park Chan-wook me pegó una paliza cinéfila de la que salí de la sala con el llanto agarrado a mi esqueleto. Apretándolo fuerte contra mis huesos, nervios, músculos atrofiados y/o inflamados. En Cannes está permitido sufrir, no llorar, que aquí todos somos intelectuales y eso de mostrar sentimientos está muy mal visto. Pero yo no podía, estaba derrumbado, tenía un Nudo Ocho Doble en la garganta y no eran mis manos las que escribían, era otra cosa, quizás la misma que poseía a Peter Weller en El almuerzo desnudo (1991), el fin de la crítica, el principio del crítico. Si no vengo a Cannes a sufrir estas mutaciones emocionales (las físicas ya no me gustan tanto), a qué coño vengo aquí si no.

Crimes of the future cayó como un meteorito ayer en Cannes y se llevó por delante la poca cordura que nos quedaba. Cronenberg sonreía lascivo en la alfombra roja, enfundado en unas gafas de sol de pasta blanca, como si fuera un niño consciente de su travesura. Creíamos que sabíamos a lo que veníamos: el regreso del maestro a la Nueva Carne a sus films primigenios, aquellos que lo encumbraron como el rey del body-horror, de la fusión orgánico-metálica, el neurocirujano que hacía crecerte un tumor nuevo en el cerebro para poder, así, abrirte la cabeza y hurgar en ella como quién mete las dos manos en un cubo de espaguetis. Hablamos de obras maestras intocables: Vinieron de dentro de… (1975), Cromosoma 3 (1979), Videodrome (1983), La mosca (1986), Inseparables (1988), Crash (1996)… (hay más, pero tampoco es cuestión de copiar aquí toda su filmografía). Crimes of the future, título ya utilizado por David Cronenberg (Toronto, 1943) en un mediometraje en 1970, revisita buena parte de los postulados de la Nueva Carne esgrimidos en dichas películas -la aparición de nuevos órganos en el organismo, la extracción de los mismos como si de un nuevo sexo se tratara, un concurso para decidir quién tiene el riñón más hermoso, etc- pero aplicándole buena parte de la densidad intelectual y la paranoia corporativa mostrada en películas más recientes, caso de Un método peligroso (2011) o de Cosmópolis (2012). El chiste que corría por los pasillos mentales de la crítica era que Cronenberg había pasado de joder con nuestro cuerpo a joder con nuestra mente. Pues bien, en Crimes of the future, Cronenberg decide joder con todo: cuerpo y mente, y lo hace de la forma más visceral, desagradable, gore, fascinante y romántica posible, pero también picando un discurso conceptual denso y complejo, construyendo una nueva filosofía dodecafónica, que muestra el cuerpo humano como campo de experimentación artística pero también como campo de batalla anarco-político, además, claro, de imponer la cirugía sin anestesia y a tripa abierta como el polvo definitivo. Polvo de follar, no de no limpiar la casa.

Crimes of the future se abre con un niño jugando en la playa. El cielo es color ceniza y las casas parecen de lava. Lo dice el título: esto es el futuro, como no, una distopía. La madre le grita el niño que no coma cosas raras. El niño se encierra en el lavabo de la casa y se empieza comer el cubo de basura de plástico del baño. Pasa algo que no cuento y saltamos por corte al hogar de Saul (Viggo Mortensen) y Caprice (Léa Seydoux), una popular pareja que parecen ser los reyes de la performance artística definitiva en este nuevo mundo: a él le crecen órganos internos nuevos, ella se los extrae con una máquina orgánica de hacer autopsias -una versión hardcore de la máquina de escribir de El almuerzo desnudo y las consolas de eXistenZ (1999)- para deleite sexual tanto de ellos como de los espectadores de la mandanga. Bye Bye CGI. Que aquí todo es deliciosamente gutural, un horror gráfico que, sin embargo, Cronenberg encuadra como si estuviera realizando un film erótico. La imagen es grotesca, llegando a lo insoportable, cada nueva performance es más hardcore que la anterior; tampoco deja de crecer el romanticismo, la sensualidad -cuando Kristen Stewart besa, besa de verdad-, la lascivia que mientras grita “la cirugía es el nuevo sexo” está pensando “quiero que me chupes el páncreas”. No estábamos preparados. Ni siquiera los que conocemos el cine de Cronenberg al dedillo. Crimes of the future no es ni revisitación, ni reformulación, ni coda, ni nada parecido. De hecho, es tan crudo su imaginario que, por momentos, pensé en chifladuras maravillosas de Brian YuznaSociety (1989)- o Frank HennenlotterBrain Damage (1988)-. Vaya chute el Cronenberg, ha vuelto a hacer del cuerpo la nueva realidad.


A24

Había ganas de ver el debut en solitario de Ethan Coen (Minesotta, 1957), más teniendo en cuenta lo mucho que nos gustó el proyecto de su hermano JoelMacbeth (2021). El pequeño de los Coen, sin embargo, ha elegido un camino bien diferente, el del rockumentary más tradicional, en esta caso, dedicado a la figura del polémico (y me quedo corto) Jerry Lee Lewis. Lewis, al margen de ser un showman imparable y un teclista prodigioso -la rapidez, más que la nitidez o la armonía, fue la clave de su estilo-, tenía un currículum vital lleno de ignominias: desde el maltrato machista a sus mujeres, su boda con su prima de trece años, la muerte de dos de sus seis esposas, además de presentar conducta violenta, consumo de drogas, etc. que dieron con sus huesos en prisión y en sanatorios repetidas veces. Pues bien, casi nada de esto está presente en el documental que Ethan Coen ha presentado fuera de concurso en Cannes llamado Jerry Lee Lewis: Trouble in Mind (en un primer momento pensamos que era un documental sobre Jerry Lewis, ¡eso sí habría molado!) y que, básicamente, es un recorrido por la carrera artística de su autor a partir de cuidadas imágenes de archivo, básicamente, canciones enteras ejecutadas y grabadas para televisión y un continuo de entrevistas-busto parlante, donde el músico explica una y otra vez lo bueno que es. Más soso imposible. Vamos, lo peor que ha hecho Ethan Coen en toda su carrera


Le Pacte

Cerramos rápido con Cristian Mungiu (Rumanía, 1968), recordemos, ganador de la Palma de Oro en 2007 por 4 meses, 3 semanas, 2 días, que ha presentado a competición oficial R.M.N., concentrando en un pequeño pueblo de Transilvania una metonimia de la deriva ultranacionalista de la Europa actual. El protagonista del film es un emigrante rumano que regresa a su pueblo tras perder el trabajo en un matadero alemán, al llegar allí, se encuentra un hijo con shock post-traumático que ya no habla, una mujer que ya no le trata y una ex amante que gestiona una panadería industrial que se está viendo acosada por contratar inmigrantes bengalíes (para acceder a las ayudas en desarrollo de la U.E.). Si pasa a la historia esta película, cuyo cierre en alegoría no hay Dios que lo entienda, es por su larga secuencia en plano fijo donde todo el pueblo se reúne a debatir qué hacer los inmigrantes. Un retrato durísimo y poliédrico del miedo y el odio que está entregando Europa a la ultraderecha.

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