El acusado – Crítica de la película
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Pocas cosas son tan emocionantes como un drama judicial muy bien estructurado. Cuando se trata de encontrar una verdad y dar la tan ansiada justicia, es fácil identificarse con ambas partes del conflicto y sus motivaciones. Como parte del Tour de Cine Francés, Daniel Auteuil presenta El acusado, película con elementos tremendamente actuales, y que al mismo tiempo se basa en los casos del abogado y bloggero Jean-Yves Moyart. ¿Realmente hay algo en ella que la distinga de otros títulos similares?
Desde que consiguió la liberación de un criminal que reincidió, el reconocido abogado penalista Jean Monier vive atormentado por la culpa y decide no volver a llevar ningún caso criminal. Sin embargo, su encuentro con Nicolas Milik, un padre de familia acusado de asesinar a su esposa alcohólica, que apareció degollada, lo conmueve y decide tomar su caso. Convencido de la inocencia de su cliente, está dispuesto a todo para ayudarlo a ganar el juicio. Deberá defenderlo contra viento y marea, y especialmente contra sí mismo.

Con guion, dirección y la actuación protagónica de Daniel Auteuil, es inevitanble no pensar en el francés como el más grande acierto de la película. Perfectamente llena las escenas donde se le ve, y lo mismo convence como un abogado dispuesto a todo, que como un hombre atormentado y lleno de dudas cuando se encuentra a solas. Suyos son varios monólogos que van del drama absoluto a ciertas pinceladas de humor negro, y todos se disfrutan de principio a fin.
El complejo papel de Nicolas Milik recae en Grégory Gadebois. Si bien, todas las evidencias apuntan en su contra, este hombre cumple en su totalidad con la labor de hacernos duda sobre su inocencia. Va de las dudas a la incomodidad en una misma escena, y cuando convive con los pequeños que interpretan a sus hijos, es inevitable no verlo como alguien inocente. Junto a Auteuil forma una dupla impecable en la que cada mirada y movimiento los hace aprender sobre el otro.
Puede que al frente de la cámara sobresalga, pero detrás de esta, no hay mucho que el director / guionista / protagonista aporte. El acusado es una película correcta, con pocos escenarios y una puesta en escena más que elegante, pero no logra ofrecer algo adicional al misterio de su historia.

Hace no mucho, Anatomía de una caída sorprendía con una gran edición, personajes delineados a la perfección y un guion que nos llevaba de la certeza a la confusión en segundos. No es que El acusado necesitara reinventar los dramas judiciales. Sin embargo, hay pocos, muy pocos aspectos que no se hayan visto antes, o al menos tan recientemente.
En términos narrativos, el trabajo es más destacable. El misterio se presenta desde los primetos minutos, y poco a poco entendemos cómo estos dos hombres son más parecidos de lo que podría pensarse. Claro, uno tiene que defender al otro, pero están marcados por el pasado, las dudas y una necesidad de reconocimiento que les cuesta admitir. El juicio por sí mismo es interesante, aunque por momentos se extiende más de lo necesario y deriva en escenas repetitivas.
La edición tampoco es tan ágil como en otros títulos de este subgénero. Y si bien hay escenas que sirven como explicación visual de los argumentos presentados, todo luce convencional. El acusado no supera las dos horas de duración, pero el ritmo definitivamente le juega en contra, e incluso los grandes giros resultan anticlimáticos. Hay, en el mejor de los casos, una ligera sorpresa, pero jamás provoca el efecto deseado. Esto último es una pena, pues todo apuntaba a una conclusión demoledora.

Lo más irónico de El acusado es que todo el tiempo intenta justificar dos cosas: la inocencia de Nicolas y su propia existencia. Tiene algunos apuntes notables sobre la manipulación a la sociedad y el poder de las apariencias, así como diálogos importantes que nos hacen pensar en la posibilidad de un thriller excepcional. Desafortunadamente, dichos momentos no compensan su poco arriesgada ejecución y el decepcionante modo en que todo termina. Funciona para quienes tienen un lado detectivesco, pero incluso con su prometedor arranque, lo mejor es mantener las expectativas por lo bajo.

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