‘Godzilla Minus One’ – Tócala otra vez, Goji
Hace casi 70 años de la primera aparición de Godzilla en la icónica ‘Godzilla. Japón bajo el terror del monstruo’, de Ishirô Honda, donde veíamos a un lagarto/dinosaurio gigante destrozando el país nipón como alegoría del ataque nuclear que recibió por parte de Estados Unidos. Desde 1954 hasta hoy, el kaiju más famoso del mundo ha pasado por múltiples rediseños, toneladas de merchandising e incluso alguna que otra incursión en Hollywood. ‘Godzilla Minus One’ es el pistoletazo de salida a la celebración del setenta aniversario de la franquicia, que tendrá lugar en 2024, y es un auténtico regalo, tanto para los fans del personaje como para los que disfrutamos con los blockbusters (que llevan varios años de capa caída).
Takashi Yamazaki ha decidido echar la vista atrás a la hora de escribir y dirigir esta película. No puedo decir que haya visto todas las películas del universo kaiju del lagarto radiactivo (estoy en ello), pero he visto unas cuantas, y en esta ocasión se han centrado mucho en crear un título más parecido a sus dos primeras películas que al (buen) espectáculo sin sentido del ridículo en el que se acabó convirtiendo. Ni versiones mecha de las criaturas, ni monstruos del espacio exterior ni tampoco Godzilla marcándose una doble patada voladora. Es una película seria, solemne, donde la simbología de Godzilla es muy evidente, más incluso que en la cinta original.
Situando la acción justo después de la Segunda Guerra Mundial, con un Japón en plena reconstrucción y colocando de protagonista a Koichi, un piloto kamikaze fracasado con miedo a morir. Así se nos presenta el panorama, cargado de altas dosis dramáticas de culpabilidad y miedo, junto con la búsqueda de una chispa de esperanza para mirar hacia el futuro. En general, suele ser la parte humana la que más flojea en las ‘monster movies’ y lo que más pereza suele dar de entrada, porque tanto el estudio como el espectador lo que tienen ganas de explotar/ver es el poder de destrucción del monstruo. Aquí está bien trabajada e incluso diría que le iría fantásticamente bien más tiempo de desarrollo, para que lo que le ocurre a los personajes le importe algo más al espectador, especialmente en un final algo apresurado.
Todos los personajes tienen su particular relación con la Segunda Guerra Mundial. A todos les ha afectado de una forma demoledora. A través del trauma es como la película los va desarrollando y ahí es cuando Koichi se convierte en alguien interesante, por su dificultad para avanzar y mirar hacia el futuro. Es un viaje del héroe con varios tropezones por el camino, con un héroe atípico en este tipo de producciones por lo humano que se siente. No es tan complejo psicológicamente, pero recuerda a Shinji de ‘Neon Genesis Evangelion’ por el odio que siente hacia si mismo y lo incapacitado que se ve para hacer cualquier cosa. Ryunosuke Kamiki hace un buen trabajo interpretativo, dotando al personaje de esa falta de esperanza y humanidad que figura en el guion.
Cuando ya conoces a todos los personajes y estás inmerso en el drama de la película, escuchas los primeros compases del impresionante tema característico del personaje (compuesto originalmente por Akira Ifukube) y te reincorporas en la butaca, porque ya sabes lo que está por llegar: Ni más ni menos que Godzilla, en una nueva versión. Un nuevo diseño bastante conservador que parece el hijo de las versiones de los años 90 y 2000. Si en ‘Shin Godzilla’ rompían con cualquier diseño visto anteriormente, aquí han decidido ir con algo más clásico. Acorde con la celebración de la franquicia que supone, pero que quitando algún detalle (la forma de cargar el aliento atómico), no será una de las versiones más memorables.
Dejando de lado el diseño, cabe decir que la recreación mediante efectos especiales es fabulosa, sobre todo si tenemos en cuenta que su presupuesto ha sido de 15 millones de dólares, ni una décima parte de lo que costó ‘Black Panther’, de la que ya sabemos todos como son sus (d)efectos especiales. Las escenas de destrucción cobran todavía más importancia por el contexto de reconstrucción en el que se encuentra Japón, por lo que cada edificio destruido, cada comercio destrozado, tiene cierta relevancia. Cuando vemos recibir un ataque así a una sociedad en busca de una nueva identidad es más fácil empatizar. Cada aliento atómico, cada pisada o rugido merecen ser disfrutados en pantalla grande. Aquí se nota la experiencia de Takashi Yamazaki como director de efectos especiales. Mención especial al último acto, con una set-piece espectacular en la que es muy fácil implicarse gracias al trabajo previo en la construcción de los personajes y sus conflictos. Destacar también la BSO de Naoki Sato, que más allá del mítico tema principal, aporta mucho en las escenas de acción.
Los defectos que le puedo encontrar son básicamente dos: Un par de decisiones de guion algo cobardes e innecesarias y una sobrexplicación que roza el absurdo en algún momento. De todas formas, el resultado final es muy sólido incluso con estos problemas, así que tampoco se lo vamos a tener muy en cuenta. Godzilla vuelve a rugir en tierras japonesas después de siete años de letargo, y de qué manera lo hace. La secuela está prácticamente confirmada después de su éxito comercial, así que parece que estamos ante el nacimiento de una nueva etapa del personaje. Feliz aniversario Godzilla (por adelantado), y que cumplas muchos más.
Por Marc Sacristán García
@TheLebowskiMan
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