El Triángulo de la Tristeza, a pesar de lo evocador de la expresión, tiene un significado un poco más pedestre de lo que podía parecer: en realidad se trata de lo que vulgarmente llamamos el entrecejo. Ese lugar en el que empiezan a salir las primeras arrugas. Y según nos cuenta Ruben Östlund en Triangle of Sadness, la flamante ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes, suele ser el primer punto de la cara en el que se aplican los tratamientos de botox para combatir el envejecimiento. La señal de esa tristeza que conviene eliminar en un mundo bello y magnífico como el de la moda y los millonarios en el que empiezan a marchitarse los protagonistas de su polémica película.
El director sueco Ruben Östlund era la segunda vez que subía a recoger la Palma de Oro, la anterior con su película previa The Square, también una ácida crítica al mundo del arte. Se ha convertido así en el tercer director de cine que sube al olimpo de los que han conseguido dos Palmas de Oro con sus dos últimas películas, junto con Michel Haneke (La cinta blanca y Amor) y el danés Bille August (Pelle el conquistador y Las mejores intenciones).
Pero parece que el premio no ha convencido del todo por un uso grotesco y un tanto soez del humor más escatológico. La historia en la que pone el foco Östlund es la de dos modelos, a punto de emprender la decadencia, que se embarcan en un crucero repleto de millonarios, pijos, influencers y modelos, con un nivel importante de estupidez.
El director que explicó en su rueda de prensa en Cannes que se inspiró en el mundo de la moda, de la mano de su segunda esposa, fotógrafa, acostumbrada a bregar con la frivolidad y ridiculez de personajes de la ralea de los que presenta – y pone a defecar y vomitar- Östlund en la película ganadora del festival más relevante del mundo.
¿Quién es Rubén Östlund?
La carrera de Rubén Östlund siempre se ha situado entre la incomodidad amarga y violenta de Michael Haneke y un sentido de la comedia cercano a Ricky Gervais, aunque es mucho mejor en lo segundo, que en lo primero, como bien prueba su mejor película: Fuerza mayor , de 2014.
Triangle of Sadness es comedia pura en su vertiente más ácida, y trata de convertir en carne picada a pijos, influencers y multimillonarios de todo tipo, a través de un desastroso crucero de lujo por la Polinesia que, en sus mejores momentos (los más escatológicos) podría acercarse a una película de los Monty Python.
Pero es tal el desprecio del realizador por sus personajes que no duda en subrayar su estupidez una y otra vez y, ahí, no hace diferencia entre modelos de Abercrombie y trabajadores indígenas con el peor de los trabajos en el barco.
Para Östlund todos son gentuza, ni siquiera parece ver diferencia entre izquierda y derecha porque él planea por encima del bien y del mal, sin darse cuenta ni de refilón que él también forma parte de ese cuadro ridículo elevado a la máxima potencia.
¿Eso significa que la película no es graciosa? Ni por asomo, no sólo te ríes en muchos momentos, sino que es probable que posea los 20 mejores minutos de toda su obra: aquellos en los que la tripulación de ricos empieza a vomitar y cagarse encima indiscriminadamente ante el temporal que sacude la nave. Sólo por eso, Triangle of Sadness, ya pasará a la historia como uno de los momentos escatológicos más divertidos del cine moderno (si se tiene estómago para ello, claro).
El resto ya es otro cantar, porque no es que Östlund esté lejos de Luis Buñuel, del que el director de confiesa muy admirador, o del absurdo de Vergüenza, de Juan Cavestany, es que ni siquiera se acerca a The White Lotus, la serie de HBO que venía a contar lo mismo que la película de Östlund de forma mucho más fina, hiriente e inteligente. Y en el último tercio de la película, parodiando Supervivientes VIP, ya ni siquiera me apetece entrar…
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