Un dolor real – Crítica de la película

Un dolor real – Crítica de la película

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Numerosas películas han utilizado los viajes como forma de sanación para todo tipo de experiencias humanas. En manos de Jesse Eisenberg, Un dolor real (su segunda película) se permite jugar entre la línea de la comedia y el drama, al mismo tiempo que plantea preguntas interesantes, y a las que no siempre se quiere responder, sobre el dolor, los recuerdos y nuestra posición ante la tragedia. Pareciera que no habría forma de innovar en una cinta que utiliza el viaje de sus protagonistas como catarsis, pero sutilmente, Eisenberg nos lleva a conocer el dolor en todas sus caras.

La película sigue a David y Benji, dos primos muy distintos entre sí que se reúnen para hacer un viaje a través de Polonia y honrar a Dory, su querida abuela. El plan consiste en tomar un tour junto a otras personas y, posteriormente, separarse para conocer la casa donde vivió su antecesora. La aventura da un giro cuando las viejas tensiones de la improbable dupla resurgen en el contexto de su historia familiar.

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Un dolor real – Crítica de la película con Jesse Eisenberg

Presente en la dirección, el guion y al frente del relato, Jesse Eisenberg hace lo que mejor sabe. Brilla en el drama y al construir un personaje obsesivo y cerebral que, en esencia, parece tener la vida perfecta, pero poco a poco revela capas de inmadurez, dudas y hasta envidia. David es un personaje complejo en muchos sentidos, y funciona no sólo por el talento de su intérprete, sino por una construcción desde lo verosímil y las experiencias personales.

Benji, por otro lado, es el verdadero fuerte de la película. Se trata de un hombre que desesperadamente pide ayuda en silencio y expresa su dolor mediante la molestia. Es desparpajado, imprudente, irónico y se atreve a hacer las preguntas o los comentarios que muchos otros callarían. Sabemos que algo sucede con él, y Kieran Culkin se encarga de hacerlo agradable hasta en los momentos menos apropiados.

Sí, hay algunos rasgos de sus trabajos previos, pero es difícil pensar en otro actor que pudiera hacer a Benji tan encantadoramente molesto y efectivo. El timing que tiene para la comedia es perfecto, pero también sobresale por hacer de su dolor algo completamente identificable. Su química con Eisenberg es poderosa en cada escena, hasta en aquellas donde sus personajes sólo comparten miradas.

El guion, aunque parte de una anécdota sencilla, tiene una carga emocional notable. Como sucede en las buenas comedias dramáticas, David, Benji y sus demás compañeros de viaje nos llevan de la risa a las dudas. De estas vamos al dolor, no sólo con lo que experimentan en pantalla, sino también con lo que nos recuerdan. Nombres como Will Sharpe (que interpreta al guía de turistas), Jennifer Grey (una mujer divorciada proveniente de California) y Kurt Egyiawan (dando vida a un sobreviviente de genocidio) sirven para detonar todo aquello que no se ha dicho, y necesita salir entre el par protagonista.

En el tour también se hace referencia a los horrores del Holocausto, pues la abuela de David y Benji fue una refugiada. Así se construye una muy atinada disertación sobre el pasado, los momentos que nos marcan y contrastes que a veces no entendemos. También es evidente cómo los duelos no expresados originan grandes vacíos. Todo se maneja con finura, una fotografía que va de la elegancia a la melancolía, y pocos recursos más allá de dos actores que llenan por completo la pantalla.

Si bien, el ritmo puede ser lento en el primer acto, la forma en que este avanza y se desarrolla guarda estrecha relación con el acercamiento entre los primos. Al principio no saben de qué hablar o cómo entablar una dinámica que les permita hacer del viaje algo agradable. No obstante, el paso de los minutos refleja cómo este par, a primera vista tan diferente, se mueve impulsado por un dolor compartido. Dos escenas (la primera en un restaurante, la segunda en una azotea) nos hacen entenderlos por completo. Es ahí donde vemos cuál es ese sufrimiento al que se hace referencia en el título. Semejante ejercicio de verdad, sin recurrir a música manipuladora o cualquier tipo de exageración, es dolorosamente eficaz.

un dolor real escena azotea
Un dolor real – Crítica de la película

Al final, la película no se aleja mucho de un juego de máscaras. En poco más de 90 minutos, Jesse Eisenberg y Kieran Culkin nos plantean cuán fascinante es encontrarnos con un polo opuesto, y la liberación que puede surgir de ello. Hay importantes apuntes sobre la salud mental, los lazos familiares, y cómo estos no nos aseguran conocer por completo a alguien. Entre monumentos, viajes y un final que se puede prestar a diversas interpretaciones, Un dolor real nos muestra dos caras de una misma moneda. Además, nos hace entender cómo la familia también es dolor, y que enfrentarlo puede convertirse en el mejor viaje de la vida.

autor Soy de los que siempre defendió a Robert Pattinson como Batman y puede ver la misma película en el cine hasta 7 veces. ¿Mi gusto culposo? El cine de terror de bajo presupuesto.

Contenido original de Cine PREMIERE

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