[Crítica]: “Venite pa’ Maracaibo”: del estereotipo maracucho hasta redención de los humildes
Como hemos dicho antes: la identidad del zuliano no está en la epidermis de su “chinita, lago y puente” sino en la profusión lingüística con la que se construye el mundo muy particular en el cual habitan propios y extranjeros.
Hemos tenido la oportunidad de asistir al estreno de la película “Venite pa’ Maracaibo”, la opera prima del joven director y actor Carlos Daniel Alvarado que, de manera humorística, logra combinar la profusa originalidad lingüística del zuliano con el estereotipo burlesco, sin retocamientos estéticos ni disimulo de la grotesca relación entre lo patrimonial y lo cotidiano que confluyen en quienes habitan en el centro de Maracaibo.
Para criticar esta película, debo intentar un ejercicio de desdoblamiento, entre el zuliano que soy y el consumidor de cine artístico que me he vuelto. Y por eso, en esa disyuntiva he decidido hablar en primera persona para expresar algunas ideas sobre la incómoda realidad que se presenta en la película, que sin duda es un logro: cuando el cine logra molestar, zaherir, ofender, mover las fibras, tiene algo que funciona realmente.
Cuando leemos Los Dublineses, podemos sentir y ver como James Joyce se comunica con la forma de ser de sus coterráneos, pero eso no quiere decir que esa sea la verdad de Dublín. Quienes disfrutamos en el 2022 de la película Belfast, sin duda nos encontramos una versión muy personal del conflicto religioso irlandés, y pudimos desaprender el libro de historia o la ficha de Wikipedia: pero todas estas perspectivas que hemos obtenido, y que ayudan a construir nuestra imagen mental de esos sitios, son de espacios en lo que no hemos habitado.
Yo y muchos de los actores locales que parecen la película, vivimos en el casco central de Maracaibo. Mi casa está a solo metros de muchos de los exteriores filmados en la película. Por eso, la visión del director choca con mi experiencia muy particular de Maracaibo, mi conocimiento real-particular del sitio donde vivo.
Es importante saber que “Venite pa’ Maracaibo” no es una cinta documental, sino una película de ficción, y con esa palabra sabemos que no nos referimos a “mentira”, ya que la ficción no es un antónimo de “verdad”; la ficción es lo más parecido a la idea de perspectiva: este filme obedece exclusivamente a la versión de Maracaibo que han dibujado sus guionistas y su director.
Entonces la Maracaibo humorística recae en los aspectos caricaturescos que la televisión caraqueña ha hecho de los nacidos en Maracaibo: gordos, peludos, borrachos, vulgares, gritones, pero al mismo tiempo, gentiles, desinteresados, calurosos (en todos los sentidos de la palabra), espontáneos, desinhibidos, colaboradores. Es que así somos, al menos, en una medida menos histriónica, más humana, menos sobreactuada.
Pero desde la picaresca española, pasando con las Farsas y por las Comedias del Siglo Oro, hasta la dramaturgia teatral delos zulianos Fernando Perdomo, Dianora Hernández y Cesar Chirinos, cada acto humorístico, implica la hipérbole y la exageración de los rasgos más resaltantes de una sociedad, hasta conseguir transformarlos en aspectos voluptuosos o grotescos. ¿Pero no hizo lo mismo Aristófanes (y no me refiero a un maracucho de Santa Lucia, sino al dramaturgo griego) cuando escribió Las Nubes y se mofó de Sócrates y los sofistas?
Con excepción de la aparición de Aroldo Betancourt y otros actores de la televisión caraqueña, la planta actoral de esta película está compuesta por figuras noveles en roles protagónicos: esto se deja ver, y es lamentable, pero como es una comedia, sin duda se cuela en medio de la presencia de influencers y actores teatrales de vieja data en la ciudad. La representación, desternillante, de Henry Semprún como “Mamá Dora” o la presencia del empresario y cineasta Augisto Pradelli y las diversas locaciones de su Caribe Concert, influyen mucho en la construcción de un universo zuliano “saladillocentrico”, aunque el saladillo ya no exista, y lo que nos haya quedado sea el barrio “El Empedrao”, que es multiforme y desigual en su patrimonio.
La verdad es que esa Maracaibo del centro de la ciudad es una utopía inexistente y se sostiene en el estereotipo. Maracaibo tiene 1500 kilómetros cuadrados, cuando Caracas solo tiene 500. Falla el cineasta al solo concentrar su idea de Maracaibo en el decorado de la ciudad tradicional, habría sino más genuino seguir el ejemplo de 1991, en la extraordinaria película Joligud del ya mencionado Augusto Pradelli, que suscribió su universo al barrio El Saladillo, logrando crear una atmosfera cinematográfica total.
Es válida la crítica que se le hiciera al filme “Huelepega” (1999) de Elia Schneider, que de forma magistral somete, bajo el lente del director, a toda la ciudad de Caracas a un clima de violencia y delincuencia. Pero en esta oportunidad estamos frente la búsqueda de construir un “cine positivo” que vaya en contravía del decadentismo latinoamericano y de la denuncia social desesperanzadora.
Podemos estar en presencia de una tendencia del cine venezolano que se extiende desde la ópera prima Miguel Ferrari y Luis Carlos Hueck, pasando por Efterpi Charalambidis (y sus dos largometrajes), José Antonio Varela (con su “cupido sin puntería” de 2022) y los nuevos cineastas como Carlos Daniel Alvarado; quienes estarían intentado formar universos particulares, segmentos de realidad edulcorados, que gracias a la ficción son válidos, pero rompen con la tradición del cine venezolano de los años 70 y 80. Creo que huyen de la sombra de Roman Chalbaud.
Pero volviendo a “Venite pa’ Maracaibo”, debo destacar el profundo esfuerzo actoral que se nota en la interpretación protagónica de Mario Sudano, quien levanta en hombros toda la trama de la película, cuya secuencia de acontecimientos sucede exclusivamente a su alrededor (nada de crecer a otros personajes, o dibujar profundidades que rivalicen con el rostro del protagonista), ya que de principio a fin, la vida fracasada de este actor llamado Eladio Morillo, es el único motivo narrativo de la película.
En cuanto a lo creativo, me disgustó la manera en que resolvieron el final de la película, que no diré aquí, para evitar “spoliar” a los lectores, ya que la modernidad es tan sosa que cree que conocer la “historia” de un producto audiovisual es suficiente para no verla, aunque se pierdan de los altos y bajos de la “trama” donde está el verdadero asunto del cine y la narrativa.
Salvaré algo de ese final, que usted podrá ver cuando vaya al cine a divertirse con esta película: hay un elemento característico del “maracucho” que los caraqueños gustan de saltar, y no es otro, que la capacidad de redimirse que tiene el “maracucho” cuando se entrega humildemente a la realidad.
En la telenovela caraqueña el “maracucho” que es gritón y exasperante a lo largo de toda la producción, siempre se remide con un acto de humildad y entrega (quizá se rinde ante el ego del caraqueño), pero es allí, cuando el personaje se ennoblece, y se desprende de sus ínfulas, se sobreentiende que es frágil y gana compasión. El final de película lleva al extremo de ese escenario (cuando la vean, sabrán por qué).
Pero todo esto que les digo no son atributos de una película mala, no, por el contrario, “Venite pa’ Maracaibo” comparte todos los elementos de éxito que produjeron que las masas venezolanas mantuvieran en taquilla durante meses a los nuevos clásicos del cine humorístico venezolano. Al venezolano le gusta ir al cine a divertirse viendo estereotipos y disfrutando como los personajes conseguían su camino a la redención a través de diferentes triquiñuelas (pero siempre son redimidos, como sucede en las telenovelas, cuando los protagonistas por fin se casan y tienen muchos hijos)-.
El mapa del éxito esta trazado, y le auguro a Carlos Daniel Alvarado con su película “Venite pa’ Maracaibo” el mismo éxito que tuvieron en su tiempo comedias como “Papita, Maní y Tostón” (2013) de Luis Carlos Hueck, “Puras Joyitas” (2007) de César Oropeza y Henry Rivero; o “Azul y no tan rosa” (2012) de Miguel Ferrari.
Las bases están echadas, porque el trabajo técnico de esta ópera primera de Carlos Daniel Alvarado es excelente. Me gustaría dejar para un estudio posterior el uso del lenguaje, es decir, las variantes dialectales e idioléctales usadas por los personajes de esta película, donde también hay un tesoro escondido. Pero todos deberían deleitarse con el extraordinario trabajo fotográfico.
Me despido recalcando la importante labor que es hacer cine en Venezuela en estos días, y la extraordinaria rapidez con que desarrolló y publicó esta película, en oposición a muchas otras que hemos visto salir en este 2022, que tenía años esperando terminar sus procesos de postproducción. Eso habla muy bien del manejo presupuestario y la ejecución del proyecto audiovisual de este joven cineasta que, de seguir así, podría muy pronto sorprendernos con una o dos obras de alta envergadura artística, porque goza de talento y organización.
Ficha Técnica: Guión: Amílcar Briceño y Carlos Daniel Alvarado. Dirección: Carlos Alvarado. Producción Ejecutiva: Carlos Daniel Alvarado Dirección de fotografía: Alexander Barroeta. Dirección de Arte: Pamela Retamoza. Música Original: Leo Daniel Luzardo.
Ficha Artística: Mario Sudano, Aroldo Betancourt, Yenifer Guerrero, Carmen Julia Álvarez, Moncho Martínez, Rolando Padilla y Henry Soto.
Distribuidor: Mundo de Película. / Duración: 90 minutos.
Estreno comercial: jueves 01 de diciembre de 2022.
1 comentario
Demasiado adorno para decir tan poco, cometiendo el error de hacer referencia al “hubiera sido mejor” que solo habla de otra versión que el proponente no logra llevar a cabo. Mucha referencia a lo que el crítico ha visto en lugar de centrarse en la historia, sus plot points y la producción.