‘Los Anillos de Poder’ temporada 2: Un diamante todavía por pulir
La primera temporada de ‘El Señor de los Anillos: Los Anillos de Poder‘ tuvo que hacer frente a numerosos problemas. Las altísimas expectativas en torno al proyecto, los 465 millones de dólares que invirtió Amazon y la comparativa con los inicios de ‘La Casa del Dragón‘ le pasaron factura a una serie que, si bien flaqueó en aspectos de ritmo, duración y demasiadas conversaciones vacías, y que fue muy de menos a más, fue demasiado vapuleada en gran medida por el ala más reaccionaria del ‘tolkienismo’ que se echó las manos a la cabeza con la aparición de personajes no canónicos o, incluso, con el tono de piel de algunos de ellos.
Es difícil separar el grano de la paja, y dilucidar cuánto de todo ese ruido mediático que pudo incluso cargarse un proyecto que tiene previsto ser de larga duración es constructivo y cuánto es, simplemente eso, ruido de troll (y no de las cavernas… o sí). Pero la realidad es que la primera temporada de ‘Los Anillos de Poder’ tuvo una completion rate (tasa de finalización) del 45%. Es decir, que menos de la mitad de los que la empezaron vieron el octavo episodio. Y eso para la producción más ambiciosa de Amazon es demoledor.
No obstante, la compañía ha seguido apostando por ella, con una segunda temporada que se estrena el 29 de agosto, una tercera en marcha y un plan de cinco temporadas que nos llevaría hasta 2030 aproximadamente explorando los secretos de la Segunda Edad. Eso sí, esta nueva tanda de episodios se antoja clave para el futuro de la serie, y vistos los tres primeros, antes de empezar con cualquier análisis voy a contestar a las preguntas básicas que todos os estaréis haciendo:
- ¿Es mejor que la primera temporada? Sí.
- ¿Corrige los errores que pudiera tener esta? En la medida de lo posible.
- ¿Volverán a criticarla? Sí.
- ¿Vale la pena darle una oportunidad? Sí.
Seguir el camino marcado
Por mucho que la serie se llamara ‘Los Anillos de Poder’, la primera temporada se basó principalmente en los primeros pasos del renacer de Sauron y en descubrir quién era realmente, todo ello envuelto en muchas capas de intrigas palaciegas, lore difícil de entender, conversaciones profundas (aunque algunas se quedaban en el intento) y más idas y venidas que un año de los Pelosos por la Tierra Media.
Por tanto, cuando la primera temporada se encaminaba a su clímax con un sexto capítulo de gran nivel que empezaba a vislumbrar lo que nos tenían preparados, muchos se habían quedado atrás. Es entendible, las series que dedican sus primeros capítulos a sembrar las semillas, establecer los cimientos o la metáfora que queráis emplear no gustan a todo el mundo. Pero el que dejó ‘Breaking Bad’ en el capítulo 3 se perdió ‘Ozymandias’, y ‘Los anillos de poder’ quiere que también se hagan con su serie los memes del señor que pica piedra y lo deja antes de descubrir el diamante en bruto. Eso sí, para convertir a los desertores en arrepentidos todavía queda por picar.
La temporada 1 hizo el trabajo sucio para marcar una senda con altibajos, y la temporada 2 recoge el testigo encauzando las bases y siendo más clara con sus propósitos, dispuesta a ir mucho más recta y directa que la anterior, aprendiendo de (algunos) errores del pasado y con el objetivo bien establecido: narrar con todo lujo de detalles la forja de los anillos de poder que alteraron el rumbo de la Segunda Edad.
Todo pasa por Sauron (y mejor que sea así)
La primera secuencia ejemplifica este cambio de estrategia que intenta introducir y que vemos especialmente en el primer episodio. Nada tiene que ver el pausado inicio de la primera temporada con el eléctrico comienzo de la segunda, centrado en los orígenes de Sauron, eje capital de la nueva tanda de episodios. Galadriel parece haber perdido protagonismo en favor del Señor Oscuro, quien sabedor del poder del mithril y de los anillos de los elfos que él mismo construyó junto a Celebrimbor, quiere replicarlos en los hombres y enanos para someterlos todos bajo el Anillo Único.
Su tapadera como Halbrand ya no tiene mucho más recorrido, por lo que se presenta ante Celebrimbor como Annatar, el Señor de los Dones, un ser angelical enviado por los Valar. Convencido Celebrimbor de la necesidad de llevar a cabo el proyecto “para hacer frente a la oscuridad que se acerca”, y con el herrero agasajado por las palabras de Annatar en torno a la trascendencia de sus acciones, la forja de los anillos ya está en marcha.
Esta historia es, sin duda, la más interesante de todas las que se muestran en la segunda temporada, y la que más minutos tiene en pantalla en los tres primeros episodios, gracias en parte a un memorable Charlie Vickers. El resto, a excepción de momentos fan service protagonizados por Isildur (Maxim Baldry) en la Ciénaga de los Muertos o con las arañas del Bosque Negro, no son, al menos por ahora, tan llamativas como la central. La sorpresa positiva es la trama del Extraño con Nori, que coge peso argumental con la figura del Mago Oscuro, mientras que otras, como las de los problemas entre Galadriel y Elrond, no funcionan tan bien como sus personajes lo hicieron por separado en la primera tanda de episodios. Tampoco las conspiraciones políticas de Númenor o la historia de Arondir y Theo, que vuelve a despertar nulo interés.
No es mithril todo lo que reluce
Decía Orson Welles que el enemigo del arte es la ausencia de limitaciones. La primera temporada de ‘Los anillos de poder’, que costó 465 millones de dólares, bien experimentó el significado del proverbio. Lo tenía todo, pero precisamente por eso falló en lo importante, en dotar de alma a la serie. De nada sirve el presupuesto si el guion no logra despertar emociones hacia los protagonistas, algo que sucedió con un porcentaje demasiado alto de los mismos.
La segunda temporada intenta mejorar en este aspecto, profundizando en el mundo interior de muchos de ellos para lograr una conexión más natural con el público. Se agradece ese intento de aumentar el nivel del guion en general, pero todavía no nos quitamos la sensación de que sigue habiendo varios personajes que nos dan un poco igual, y de que algunas tramas no están logrando atraparnos, ya sea por ritmo, calidad o una mezcla de ambas. Quizás la cosa mejore con el paso de los capítulos.
A nivel visual se nota el cambio de localización. La segunda temporada, al contrario que la primera y que las dos trilogías dirigidas por Peter Jackson, no se filmó en Nueva Zelanda, sino en Reino Unido. Motivos logísticos y problemáticas con el COVID están detrás de esta decisión, que pasa factura al conjunto. Decían los showrunners Patrick McKay y J.D. Payne en una entrevista que esto acercaría a la serie a la visión que tenía Tolkien de la Tierra Media, pero la nuestra está tan acostumbrada a Nueva Zelanda que nos cuesta hacernos a otro territorio que no sea el oceánico, aunque sigue mostrando un nivel a la altura de pocas producciones televisivas.
Así que sí, la segunda temporada de ‘Los anillos de poder’ busca enmendar errores de la primera, corrige a ratos el ritmo, parece más épica (creadores y actores apuntan a una recta final espectacular) y, sobre todo, ya tiene claro hacia dónde ir. A partir de aquí solo puede crecer. Nosotros seremos testigos de ello, y con suerte, esta vez más del 45% de los espectadores que la empiecen. Hay mimbres para hacer algo realmente inolvidable.
8
Lo mejor: El trabajo de Charlie Vickers como Sauron y sus variantes. Hay más ritmo, un mejor guion y sabe mejor lo que interesa.
Lo peor: Algunas historias siguen sin estar a la altura. Visualmente es menos atractiva.
No hay comentarios