Memoria – Crítica de la película con Jessica Chastain

<!–
–>
Si algo caracteriza al cine de Michel Franco, es la forma en que lleva a sus personajes al límite. Los hermanos Daniel y Ana en el largometraje homónimo, el padre de la protagonista en Después de Lucía, y Neil Bennett en Sundown: Secretos en Acapulco, son un claro ejemplo de ello. Lejos de sus intentos por reflejar la realidad mexicana, pero sin abandonar esos límites, Franco plantea una interesante pregunta en Memoria, su nueva película. ¿Qué pasa cuando el detonante para llegar al extremo se encuentra más cerca de lo que se cree?
Sylvia es una trabajadora social que lleva una vida simple y rutinaria. Se encarga de su hija, su trabajo y asiste a reuniones de Alcohólicos Anónimos. Esto se ve alterado cuando Saul la sigue a casa desde su reunión con exalumnos de la escuela secundaria. Su encuentro sorpresa los impactará profundamente a ambos cuando se abran las puertas del pasado.
Siendo completamente honesto, hay pocas cosas, al menos durante el primer acto, que hacen de Memoria una película destacable. Jessica Chastain da una actuación sumamente correcta, el planteamiento de su entorno es adecuado, e incluso la fotografía – fría y elegante – ofrece momentos atractivos. No obstante, la trama parece similar a la de muchos dramas que hemos visto.

Es hasta la ya mencionada reunión de exalumnos donde todo se vuelve más ágil. Saul aparece como un hombre misterioso, pero da la sensacón de estar innegablemente unido a Sylvia. Así como mueve la vida de ella, el ritmo también se beneficia. Esa conexión, y la forma en que tanto Chastain como Peter Sarsgaard hablan con la mirada, da mucho por pensar. También ayuda que ella está en plena rehabilitación y él se enfrenta a una demencia temprana. No sólo es una dupla de buenos actores, tienen buena química y personajes que les permiten desarrollar un arco interesante.
Junto a ellos están actores como Merritt Wever (Nurse Jackie), Jessica Harper (Suspiria: El maligno), Elsie Fisher (Eight Grade) y Brooke Timber, que interpretan a los familiares de Sylvia y Saul. Sus personajes no tienen mucho trasfondo o tiempo en pantalla, pero cumplen la función que les da el guion y tampoco quitan tiempo a la historia que franco busca contar.
En términos narrativos, el resultado es más irregular. Si bien, la cinta no va más allá de los 100 minutos, hay momentos (no sólo en el primer acto) donde las escenas se sienten repetitivas. El desarrollo de la relación entre Sylvia y Saul es natural, lleno de buenos momentos y sólidas interpretaciones. Aun con eso, hay aspectos de cada personaje en los que se pudo profundizar más.

Hay pistas de un posible giro o revelación. También está la sensación de que no todo anda bien, y cuando por fin se descubre para dónde va la historia, es cuestionable si se le dio el trato correcto. Se entiende que Memoria busca un balance entre sus protagonistas, pero sus historias son tan absorbentes que terminan por eclipsarse en más de una ocasión.
Algo que se agradece es la elegante dirección de Franco. No está estridencia de Nuevo orden, ni tampoco la estética contemplativa que brilló en algunos momentos de Sundown. El mexicano asume las riendas del drama y nos muestra el camino de dos memorias perdidas, una por la salud y otra por el trauma. De alguna manera, hay varios indicios de que Sylvia y Saul se pertenecen; existe un vínculo en ellos desde años atrás. Aunque este no es por las razones esperadas, todo el tiempo se percibe la complicidad latente entre ambos personajes.
Conforme pasan los minutos hay sentimentalismo, dolor, preguntas sobre la autonomía y una puesta en escena discreta, pero efectiva. Los espacios donde se desenvuelven los personajes, e incluso el vestuario hablan de ellos aun cuando no lo pareciera. Sin embargo, el valor de la historia está en las verdades que se gritan, los secretos que no se quieren ver e, irónicamente, en aquello que Sylvia y Saul olvidan. Cierto es que no hay muchas respuestas a los planteamientos del largometraje, pero depende de cada espectador entenderlo como algo que enriquece la experiencia o la demerita.

Si bien, tarda en arrancar y no es precisamente propositiva la hora de abordar su género, Memoria vale la pena por el estupendo trabajo de Jessica Chastain y Peter Sarsgaard. Su historia deja una ligera insatisfacción por todo en lo que no profundiza, pero ellos hacen lo posible para encontrar profundidad. Fiel a lo que hace, Michel Franco logra que sus protagonistas lleguen al límite, en este caso, de sus recuerdos. Afortunadamente, también los entiende, une y hace crecer en formas inesperadas.
Al correr los créditos finales, es evidente que Sylvia y Saul están un lugar diferente. No obstante, sus miedos, dudas y dolores también están al otro lado de la pantalla. Mientras se analiza el viaje que ambos vivieron, es inevitable no pensar en todos los recuerdos que nos construyen como humanos, y cuántos de ellos verdaderamente valen la pena.

No hay comentarios