Un completo desconocido – Crítica de la película

Un completo desconocido – Crítica de la película

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Indescifrable, enigmático y sumamente frustrante. La vida y obra de Bob Dylan ha sido descrita con esos adjetivos por críticos, colegas y por los miles de fanáticos que han entrado a uno de sus conciertos esperando una playlist de éxitos y han emergido sintiéndose confundidos y engañados sin saber exactamente qué (o a quién) acaban de presenciar. Y es que encerrar a una figura como Dylan en un paquete comprensible y con bordes perfectamente delineados es una futilidad. El artista se rehusa, y siempre se ha rehusado, a ser lo que sea que los demás esperan (¿esperamos?) que sea.

Todd Haynes entendió esto y cuando fue su turno de llevar la historia de Dylan a la pantalla en 2007, lo hizo a través de seis histriones que le dieron vida, cada uno, a una faceta diferente del músico. I’m Not There (una de las pocas ficciones que se han aventado la tarea de ficcionarlo) no tiene una historia lineal, no sigue una narrativa convencional y nunca siente la necesidad de apegarse a algún tipo de realidad histórica. Como describiría Rose de Titanic a Picasso: hay verdad, pero no hay lógica.

«La vida no se trata de encontrarte a ti mismo, ni de encontrar nada», la dice Dylan a Martin Scorsese en Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story, uno de los dos documentales que el cineasta le ha dedicado. «La vida se trata de crearte a ti mismo». No debe sorprender entonces que la forma cinematográfica que más éxito ha tenido para retratar a Dylan ha sido aquella que le permite hablar a él mismo: el documental.

En la película Un completo desconocido, James Mangold se deshace del problema de las invenciones y reinvenciones de Dylan ignorándolas por completo. Deshaciéndose de cualquier pretensión de entenderlo, Mangold se enfoca en lo que «se sabe», en lo que está documentado y se puede comprobar. Claro, hay conversaciones inventadas y tiempos fusionados para ajustarse a una narrativa tradicional, pero en realidad no hay nada en la película que uno no pueda encontrar en cualquier descripción básica del tiempo y espacio que ocupó Bob Dylan entre los años de 1961 y 1965. O leyendo rápidamente el libro en el que se basó para el guion, Dylan Goes Electric!: Newport, Seeger, Dylan, and the Night That Split the Sixties. Y digo rápidamente porque la película (que sabe muy bien lo que es y lo que está haciendo) hábilmente evita las preguntas más existenciales de Estados Unidos en los 60 y se enfoca en los hechos. Mangold parece decirnos: nadie sabe por qué Dylan hacía lo que hacía y no vale la pena investigarlo.

Todo esto dicho, no sería justo (creo) evaluar la película por lo que no es en lugar de lo que sí es. Lo dicho, pues: la película Un completo desconocido sabe muy bien lo que es y lo que está haciendo. Y lo hace extraordinariamente bien. Es una biopic musical liderada por un cineasta que hace veinte años nos dio otra de las grandes biografías de músicos: Walk The Line (o Johnny y June, pasión y locura, como le pusieron en México a la cinta sobre Johnny Cash y June Carter Cash). A diferencia de la de Cash, aquí Mangold encapsula toda una filosofía artística en unos cuantos eventos que sucedieron en tan solo unos cuantos años y que encontró su clímax explosivo en un concierto en el que Dylan demostró que sus únicas alianzas eran con él mismo.

Aun con toda la maestría de un artesano del cine como Mangold y un equipo de histriones, diseñadores de producción y músicos expertos, la estrella de este show se llama Timothée Chalamet. Aunque la película como un todo no funcionara tan bien como lo hace, su sola presencia sería suficiente para valer el precio de entrada. Chalamet encarna a Dylan con naturalidad y comodidad, alejándose de la parodia y la mímica para construir un Dylan cinematográfico que es lo que el verdadero nunca ha sido: entendible. Su Dylan es elusivo y arrogante, pero sólo lo suficiente para que nos quede claro ese lado de él, pero antes de alienarnos a nosotros como público. Chalamet interpreta a Dylan como un alma torturada, soñador y sensible, que se vuelve un héroe reacio que no puede evitar seguir su propio camino.

Edward Norton (como Pete Seger), Monica Barbaro (como Joan Baez) y Elle Fanning (como Sylvie, cuyo nombre real fue cambiado a petición del mismo Dylan) completan este panteón de actuaciones cuyo reconocimiento con nominaciones en los premios Óscar (con la inexplicable ausencia de Fanning ahí) está más que justificada.

Así pues, la película Un completo desconocido, como un ejercicio formal de narrativa convencional y como un primer acercamiento a un artista en toda la extensión de la palabra, funciona justamente porque sabe lo que es.

Contenido original de Cinepremiere.com.mx

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